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noticia 26 de Diciembre de 2019

Tristán Bauer: “Soy un enamorado de las universidades públicas”

El flamante ministro de Cultura de la Nación visitó recientemente la UNLaM y dialogó con estudiantes.


La trayectoria de Tristán Bauer detrás de la cámara habla por sí sola: Cortázar, Evita, la tumba sin paz, Iluminados por el fuego, Después de la tormenta y El camino de Santiago son algunas de las películas y documentales más destacadas y aclamadas por el público. Ahora, el futuro del reconocido cineasta estará ligado a la función pública desde un lugar más comprometido: acaba de asumir como ministro de Cultura de la Nación y formará parte de la gestión que encabeza el Presidente Alberto Fernández.

Siempre mantuviste un vínculo muy cercano con las universidades…

“Lo audiovisual puede ser un extraordinario despertador de conciencia”.
Así es. Toda mi vida he tratado de producir y de enseñar. Soy un enamorado de las universidades públicas y de los que piensan que tienen un rol central en el desarrollo de un país y de una sociedad. Es vital que la comunicación que emanan las universidades sea de calidad y esté al servicio de la comunidad, puesto que son instituciones que avanzan en la frontera del conocimiento. Uno de los mayores desafíos es el de ser partícipe activo del mundo comunicacional en un ecosistema analógico-digital. La universidad tiene una centralidad única porque, si bien desde el sector privado se pueden desarrollar ideas, generalmente están al servicio de lo mercantil o del marketing, y no del mejoramiento humano.

¿Cómo fueron tus inicios en el camino del cine?

En mi niñez, era muy claro el amor por el cine. Mi abuelo tenía un proyector de 16mm, de cine sonoro, y él me enseñó a cargar la película y proyectar. En aquella época, las embajadas tenían sus cinematecas, de manera que vi varias películas con él. Me producía fascinación el aparato en sí y lo que generaba el cine. Un día, fui a una biblioteca pública y vi Milagro en Milán y recuerdo a la perfección la impresión que me causó. Salí de la sala sintiendo que quería hacer de mi vida algo similar a lo que esa experiencia me había causado. Luego, me sumé al grupo “Cine Liberación”, que dirigían Pino Solanas y Octavio Getino, y recorría barrios, iglesias y centros culturales proyectando películas. Disfrutaba muchísimo viendo las reacciones de los espectadores, y ahí no tuve dudas respecto de cuál iba a ser mi destino.

Si bien estás íntimamente vinculado al cine, también hiciste televisión, ¿qué diferencias destacás?

Yo me considero un animal cinematográfico y la vida me sigue llevando por los caminos del cine, pero, también, me llevó por los caminos de la televisión. En mi juventud, eran compartimientos estancos; estaba el mundo del cine por un lado y el de la TV por el otro, y no solo eso, sino que colisionaban. Hoy, la realidad es muy distinta y se sabe que desde ambas plataformas uno puede vivir y hacer vivir mundos nuevos y extraordinarios. Sin embargo, cuando uno hace una película, sabe que hay un comienzo y un final claro, que van desde la inspiración, el guión, el ensayo, el rodaje, la postproducción y el estreno. En la tele no existe esa dinámica, es un continuo constante.

¿Cómo viviste el proceso de creación de Canal Encuentro y Paka Paka?

Es una experiencia que llevo con mucho cariño, que ocurrió en un tiempo fascinante, como la transformación de lo analógico hacia lo digital, con la digitalización de la televisión y la implementación del HD, algo increíble. Encuentro se propuso ser un canal educativo, cultural, que esté verdaderamente al servicio del otro y, viéndolo a la distancia, creo que lo hemos logrado. Desde Paka Paka, redescubrimos nuestra historia a partir de la animación. Yo considero que lo audiovisual puede ser un extraordinario despertador de conciencia.